jueves, 23 de abril de 2020

Don Quijote de la Mancha

Cuando me jubilé, entre los muchos propósitos que me hice, uno de ellos fue leerme íntegramente "El ingenioso hidalgo "Don Quijote de la Mancha" de Miguel de Cervantes. Que hasta ese momento solo había leído por partes. Me alegré sobremanera ya que es un libro del que se aprende muchísimo y que recomiendo a todo el mundo. Es un libro que te ayuda a ser mejor y que cuando terminas de leerlo te sientes mejor persona y sobre todo define de manera impecable los dos tipos de personas que se dan con mas frecuencia en esta España nuestra, el idealista que persigue ante todo la justicia, el honor y la honra y el materialista que no entiende al anterior.
En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor.
Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lenteja los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El resto de ella concluía sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mismo, y los días de entre semana se honraban con su vellorí de los más fino. Tenía en su casa un ama que pasaba de los cuarenta y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años...
Salvador Muñoz. Informática Avanzada.


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